¿Quién iba a decirnos que la emergencia del alfabeto significara el fuego que Prometeo robó para nosotros? Después de haber estabilizado pictogramas, de haber desarrollado escrituras logosilábacas, sintetizando cada vez más, en aras de la practicidad, todos aquello signos, llegaron los silabarios semitas los cuales estaban basados en el principio de fonetización. Y con ello llegó el preciadísimo alfabeto consonántico. La expresión abstracta había nacido con su emergencia. La escritura iba a ser el estímulo perfecto para sobrepasar todos aquellos límites que había tenido la cultura oral. Todo era más flexible, más accesible, más fácil de propagar, de corregir. Perfecto para abrir nuevos horizontes, para emprender caminos más lejanos. Con los primeros enunciados teóricos de Tales de Mileto y las primeras argumentaciones, la filosofía iba a inaugurar una nueva etapa.
