¿Cómo producimos y transformamos significados?

Introducción

Cada palabra que el ser humano ha creado ha supuesto un avance que solemos subestimar. La adquisición del lenguaje, con sus conceptos más abstractos o más concretos, nos equipa con estructuras mentales y así nos habilita para explorar nuevos territorios. Y es que aparentemente el lenguaje no parecería estar tan íntimamente relacionado con nuestro modo de contactar con las diferentes dimensiones del mundo, con la posibilidad de conquistar y vivir nuevas experiencias.

Por ejemplo, y aunque sea sólo una hipótesis: hace 90.000 años, el ser humano, relacionándose con el entorno natural de una forma cada vez más compleja, sintió probablemente la necesidad de comunicar tal complejidad, y no para poder subirse a un pedestal y ser aplaudido, sino, ente otras cosas, para la optimización del trabajo en equipo:

“Puede que los primeros ruidos que acompañaban a la «gramática» de la fabricación secuencial de instrumentos sirvieran también como gramática básica del habla, ya que ésta consta de sonidos que sólo cobran sentido al pronunciarse en el orden debido, como era el caso con las operaciones requeridas para la fabricación de instrumentos. Instrumento y frase vendrían a ser la misma cosa”. [1]

En general, y sobretodo en la génesis de la cultura, es una cuestión de utilidad el hecho de crear un concepto o una palabra. Para Nietzsche, el filósofo es un visionario capaz de poner palabras a aquello sin nombre que reclama una forma, que pide ser bautizado. Así pues, este visionario es el primero que pone atención a algo que no dispone de una etiqueta y así lo captura conceptualmente.[2]

Creación y transformación del léxico

La dinámica de la creación, transformación y desaparición del léxico, y sin entrar en procesos cognitivos, es muy curiosa e interesante.

Los procesos de creación de nuevo léxico más frecuentes son: la analogía, que consiste en asociar un proceso de otra palabra a uno nuevo (panching, penging); el préstamo (e-mail, modem, trust, poof); los tecnicismos (sintagma, neutrón); la composición (cortaplumas); la derivación (megatienda, minicamiseta); los acrónimos (ONU, OTAN), los amalgamas (spanglish); etc.

Los procesos de transformación del léxico más frecuentes son: la extensión de significado por algún tipo de nueva relación (el tiempo, desde Einstein y no antes, se conecta con la idea de relatividad); la metonimia (una copa de vino, hacer un café); la metáfora (tocar madera, ir ciego); la generalización (bambas, celo, chupachups, vespa, kleenex); la reducción (adiós); el truncamiento con cambio de sintagma (progresista-progre); el cambio de denotación (market-to market); etc.

La polisemia

La polisemia, a diferencia de lo que tradicionalmente se piensa, es un fenónemo lingüístico que al estudiarlo diacrónicamente descubrimos varias cosas sorprendentes y que casan perfectamente con lo que aquí estamos tratando.

Tradicionalmente, decimos que la polisemia es una forma con diferentes significados y que es una propiedad asociada a lexemas únicos. También reconocemos que hay una relación[3] entre estos significados. Veamos un ejemplo:

(1) Coco: fruto, cabeza

En contra, decimos que una homonimia son dos (o más) unidades léxicas que tienen la misma forma y diferentes significados etimológicos. Es decir, no hay relación entre significados.

(2) Cola: cola (del lat. cauda), pasta adhesiva (del lat. colla)

Este análisis tradicional responde a un estudio sincrónico. No obstante, diferenciar claramente la homonimia de la polisemia es una cuestión relativa a la diacronía. Lo que para una generación dos palabras son homónimas, otra generación dirá que esos dos significados pertenecen a una forma polisémica. Y es que el hablante puede considerar que no se relacionan semánticamente cuando sí es así diacrónicamente. Por otro lado, se pueden percibir sentidos como relacionados no siendo verdad.

Otras concepciones

La polisemia lógica, según Pustejovsky, se debe a los objetos de la realidad que son complejos y pueden ser interpretados de diferentes formas. Su propuesta, consiste en entradas poliédricas que son focalizadas según el contexto. Se tratan de relaciones metonímicas entre las partes de una realidad compleja y pueden aprehenderse en reglas. Así:

(3) Irlanda: país, gobierno, población

En lingüística cognitiva, Lakoff[4] defiende que la polisemia es la norma, y no la excepción. Para explicar su postura, Lakoff diferencia dos tipos de prototipicidad[5]: los significados individuales y los conjuntos de sentidos expresados por una forma. Así, de un modo similar a la metaentradas de Pustejovsky, utiliza esquemas superiores aplicados sobre sentidos de naturaleza cognitiva. Y es que para el autor siempre existe un conjunto de características comunes. Ejemplo:

(4) Anillo: joya, cuerpo celeste.

La polisemia sincrónica se caracteriza por ser una extensión de sentido, pues ocurre que dos signos léxicos de igual forma son relacionados por el hablante. Encontramos en este tipo, así pues, tres relaciones: metonimia (De contigüidad), sinécdoque (parte-todo y ejemplar-clase) y metáfora (un sentido figurado sin una relación entre los objetos designados).

Tipos de polisemia

Básicamente hay dos: la metonimia y la metáfora. Ambos son relaciones de referencia indirecta entre dos términos que es cuando nos referimos a un entidad implicada a partir de otra entidad explicitada. En el caso de la metonimia, se explica porqué «Picasso» tiene otro significado (un cuadro) además de ser un famoso pintor español; o porqué «copa» también tiene el significado de lo que contiene. En el caso de la metáfora, la relación no es por cercanía o semejanza, sino que implica un proceso de figuración. Así, relacionamos “obstáculo” con “dificultad” porque un obstáculo es algo concreto cuyas características pueden proyectarse con lo que abstractamente llamamos “dificultad”.


[1] (5) Burke J., y Robert Ornstein, “Del hacha al chip: Cómo la tecnología cambia nuestras mentes”, Ed. Planeta, 2001.

[2] Nótese de pasada la capacidad del filósofo-visionario para poder relacionarse con el entorno inconscientemente y desde esta relación tener conocimientos suficientes, herramientas y actitudes para conectarlo con el consciente.

[3] En el caso de (1) la relación será por metáfora.

[4] Metafors we live by 1980

[5] O los “modelos cognitivos idealizados” según Lakoff. Los prototipos son ideas centrales que ordenan nuestra mente. Alrededor de ellos ordenamos otras ideas menos centrales. Por ejemplo, si digo de pensar una fruta, probablemente tengamos como modelo cognitivo idealizado una manzana o una pera, pero raramente diremos uvas o piña. orden de adquisición. Según Lavob, que no es “Lakoff” mal escrito sino otra persona, hay algunas pruebas de la existencia de los prototipos: la facilidad en el aprendizaje, las respuestas más rápidas dada una categoría, los juegos de composición de palabras y el papel especial que juega el parámetro de la frecuencia.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.