Libertad
Concepción estética del filósofo idealista F.W.J. von Schelling
«Siendo testimonio en todos los artistas, que afirman que son impelidos involuntariamente a la producción de sus obras, que con su producción no hacen nada más que satisfacer un impulso irresistible de su naturaleza, se puede concluir legítimamente que toda producción estética se basa en una oposición de actividades, puesto que, si todo impulso parte de una contradicción, la actividad libre acontece involuntaria, también el impulso artístico ha de originarse en este sentimiento, de una contradicción interna. Pero esta contradicción, al poner en movimiento el hombre completo con todas sus fuerzas, es sin duda, una contradicción que afecta el último en éste, la raíz de toda su existencia. De alguna manera es como si en los pocos hombres que, por encima de los otros, son artistas en el sentido más elevado de la palabra, lo invariablemente idéntico en lo cual se sustenta la existencia se hubiera sacado el velo con qué se envuelve en los otros, y así cómo es afectado inmediatamente por las cosas, tuviera igualmente efectos inmediatos sobre todo. Por lo tanto, sólo puede ser la contradicción entre el consciente y el no consciente en el actuar libre la que pone en movimiento el impulso artístico, así como, inversamente, sólo al arte le puede ser dado de satisfacer nuestra aspiración infinita y de resolver la última y más extrema contradicción en nosotros.
(…)
Así como el hombre sujeto al fatum no lleva a término lo que quiere, o se propone sino lo que debe llevar a término por un destino inescrutable bajo la influencia del cual se encuentra, así también el artista, por muy intencionadamente que obre, parece estar, con relación a aquello que es lo propiamente objetivo en su producción, bajo la influencia de una fuerza que lo separa de todos los otros hombres y que le obliga a expresar o a exponer cosas que él mismo no acaba de entender y el sentido de las cuales es infinito. […] El arte es la única y eterna revelación que hay y la maravilla que, aunque hubiera existido una sola vez, nos convencería de la actividad absoluta del supremo. Además, si el arte se completa por medio de dos actividades totalmente diferentes entre si, el genio no es ni la una ni la otra, sino aquello que está por encima de ambas.»
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F.W.J. von Schelling, «Sistema del Idealismo Transcendental»
La libertad entendida como liberación
Sabiduría, liberación de la cabeza.
Amor, liberación del corazón.
Belleza, liberación de los sentidos.
Rito, liberación del acto
(Lanza del Vasto)
Esta temática es tan abstracta que cuando la concretamos, nos encontramos con concepciones casi contrarias. En mi caso, me refiero a la libertad como la búsqueda de liberación de aquella parte de uno mismo que impide llegar a ser lo que uno es en potencia. Según se pueda más o se pueda menos hablamos de más libertad o menos. Es, por un lado, el poder aprovechar más y mejor nuestras posibilidades (determinadas de antemano por las facultades del ser humano y nuestra individualidad) y, por otro lado, el podernos adaptar a las circunstancias, lo que nos hace más o menos libres.
En mi opinión, defendería que la libertad:
1. Presupone que la naturaleza ha “determinado” al ser humano para que pueda autodeterminarse.
2. Nace en el ser humano de la unión de, al menos, seis desarrollos:
– El desarrollo del conocimiento. Básicamente se trata de adquirir información sobre el mundo natural y cultural así como sus bases epistemológicas. Supone un conocimiento teórico y técnico adquirido en instituciones que garanticen la calidad de dicha información. La importancia de este desarrollo se basa también en tener conocimientos políticamente correctos.
– El desarrollo de la atención sobre lo que ocurre alrededor nuestro, lo que puede llamarse desarrollo de la consciencia. Ampliar/ expandir el diámetro y la calidad de observación y atención supone estar en unas condiciones ventajosas respecto a aquel que sólo observa lo que le pasa a un palmo y medio. Estar en una situación u otra dependerá de la fijación por uno mismo. Para mí la libertad nace con la consciencia y ésta la relaciono con la libertad porque permite recibir sin tener que reaccionar instintivamente. La consciencia permite recibir y objetivizar en mayor o en menor medida. Este relativismo es el que permite grados de libertad.
– El desarrollo del entendimiento, entendido éste como quien interioriza lo que observa y lo relaciona con otras realidades interiorizadas, desarrollando así en el interior de uno mismo una estructura capaz de captar la estructura exterior. Esto es algo así como que interiorizo el triángulo y una vez conseguido esto puedo optar por comprender todos los triángulos con los que me encuentre en mi vida diaria. Tener muchas experiencias diferentes y comprendidas por la consciencia ¿Permiten a este sujeto tener más posibilidades para comprender lo que le sucede, deducir y anticiparse a lo que pasará, pudiendo así adaptarse más adecuadamente a las circunstancias?
– El desarrollo de la intuición, entendida ésta como nuestra relación con la realidad a través de nuestro fondo inconsciente, lo que involucra todo tipo de deseos, instintos, necesidades, creencias, miedos, etc. Se trataría de educar el inconsciente para poder confiar en él, para poder poner el “piloto automático” sin temer sufrir serios accidentes.
– El desarrollo de la razón, entendida ésta como la capacidad para pensar bien, lógicamente, jerárquicamente (diferenciando niveles), para analizar, criticar y así poder estructurar y reestructurar nuestro mundo interno (mundo de relaciones de ideas). [1]
– El desarrollo de la paz interior y el amor. Para poder relacionarse adecuadamente al entorno es necesario que uno mismo esté abierto al entorno. Es necesario estar neutro, vacío, para que el exterior entre lo más puro posible y así uno pueda empatizar. Si el entorno es la nota si bemol y yo tengo ruido en mi interior u otra nota en mi interior, el entorno pasará me desapercibido o confundido con mi propio estado. No obstante, también podría concebirse que yo formara parte de una melodía cósmica y aportara una nota en el momento adecuado de esta partitura cósmica. En este caso debería atender al resto de la orquestra para evitar ser disonante. [2]
Como puede verse, cuando menciono la consciencia hablo de aquello que permite dejar en suspensión, sin urgencia (como sobretodo sí ocurre con los instintos y las pasiones), un determinado contenido, sin que éste tenga que determinar forzosamente ninguna acción. Esto sólo es posible, creo, con cierta paz interior. La libertad depende, pues, de poseer una consciencia de la que somos conscientes (autoconsciencia), la cual, es la que permite observarnos y juzgarnos. Un autojuicio desvinculado de nuestros miedos y nuestro ego (o lo que sea) juzgará, mediante la razón o mero sentido común, que nuestro modo de sentir, pensar o hacer, no es el modo más apropiado para relacionarse con lo que nos rodea.
0.1. Ejemplos
– El incendio. Tenemos a dos sujetos (A y B) en un local en el que se produce un incendio. Imaginemos que el sujeto A tiene mayor capacidad para atender a lo que acontece alrededor suyo: conoce las salidas de emergencia y sabe cómo actúa el fuego. El sujeto B no tiene estas presuntas ventajas. ¿Quién tiene más opciones? ¿Quién tenderá a ponerse histérico y quién tenderá a mantener la serenidad? En mi opinión, el sujeto A puede controlar la situación y se adaptaría mejor a ésta. Así pues, esto le permitiría optar por lo que el sujeto B no tendría oportunidad.
– El agresivo autómata. Si soy consciente de que tengo una agresividad interior que no sé canalizar y que me corroe por dentro, entonces tenderé, con toda seguridad, a cometer una agresión a alguien cercano, incluso amado. Si yo desconozco mis pasiones y mis posibles reacciones, entonces no seré libre sino que estaré sometido al determinismo. En cambio, ante la misma situación, pero con autoconocimiento, podré tomar medidas adecuadas para evitar ser víctima de mis impulsos.
– El poder del amor. El amor permite adentrarse en el otro, incluso en el odioso, percibiendo su angustia, su infierno. Permite conocerlo, en la medida de lo posible, por lo que sensorialmente puede percibirse, ya sea a través de los sentidos (sus gestos, su olor, su voz rasgada, sus rasgos), ya sea a través de la antipatía que inspira o de sus palabras destructoras.
Este adentrarse, logrado con amor incondicional, permite sintonizar con el odioso, aquel que es malo, que odia, que transmite maldad, que busca el daño de los demás y padece en sí mismo el peor de los males: el infierno interior.. A continuación, escribo unos versos que espero que sean reflejo del fenómeno del poder del amor en relación a su acceso transparente a su entorno. La situación es la siguiente: El filántropo junto al odioso. El filántropo se introduce en(o deja que se introduzca en él) el ser interior e infernal del odioso y llora, profundamente desesperado, la desgracia de su acompañante (el odioso) quien, entretanto, no deja de asaetar al buen filántropo con burlas hostiles, crueles, buscando así su mal.. Y así el filántropo expresa, en primera persona, su experiencia:
Lloro por su desgracia,
no dejo de derramar lágrimas,
de pena, de compasión.
La tragedia vivida por mis sentidos y mi entendimiento
es vista por el odioso
como la muestra de su triunfo.
Y ante ello se jacta. Porque ha ganado la guerra.
Sin embargo, algo arruina sus carcajadas.
Lloro y,
desde mi amor,
hago la guerra, su guerra pírrica.
Justifico,
con máxima atención a mi interior dolorido,
mi tragedia.
Y a cada palabra jadeante,
al odiado se le añade una nueva expresión de terror.
La autocompasión que siempre se había negado,
que había sufrido, al menos,
en la más íntima soledad,
en la oscuridad y en la vergüenza,
está siendo ahora explicitada, con la sinceridad más indudable,
con la elocuencia más cegadora.
[1] Kant, en la Fundamentación de la metafísica de las costumbres, dice que la “voluntad es una especie de causalidad de los seres vivios, en cuanto que son racionales, y libertad sería la propiedad de esta causalidad, por la cual puede ser eficiente, independientemente de extrañas causas que la determinen; así como necesidad natural es la propiedad de la causalidad de todos los seres irracionales de ser determinados a la actividad por el influjo de causas extrañas. (…) La citada definición de la libertad es negativa, y por tanto, infructuosa para conocer su esencia. Pero de ella se deriva un concepto positivo de la misma que es tanto más rico y fructífero. El concepto de una causalidad lleva consigo el concepto de leyes según las cuales, por medio de algo que llamamos causa, ha de ser puesto algo, a saber: la consecuencia. De donde resulta que la libertad, aunque no es una propiedad de la voluntad, según leyes naturales, no por eso carece de ley, sino que ha de ser más bien una causalidad, según leyes, si bien de particular especie; de otro modo una voluntad libre sería un absurdo. (…) La necesidad natural era una heteronomía de las causas eficientes; pues todo efecto no era posible según ley de que alguna otra cosa determine a la causalidad la causa eficiente ¿qué puede ser, pues la libertad de la voluntad sino autonomía, esto es, propiedad de la voluntad de ser una ley para sí misma? Pero la proposición “la voluntad es, en todas las acciones, una ley de sí misma”, caracteriza tan sólo el principio de no obrar según ninguna otra máxima que la que pueda ser objeto de sí misma, como ley universal. Esta es justamente la fórmula del imperativo categórico y el principio de la moralidad; así, pues, voluntad libre y voluntad sometida a leyes morales son una y la misma cosa.”
[2] Jalaud Din Rumi escribió en el Masnavi un capítulo titulado Hasta que el hombre no destruye el “ego” no es un verdadero amigo de Dios y dice así:
<<Una vez un hombre llegó y llamó a la puerta de su amigo.
Su amigo dijo, “¿Quién eres, Oh fiel?”
Él dijo, “Soy yo”. Su amigo respondió, “No hay admisión.
No hay lugar para el crudo en mi fiesta bien cocida.
¡Nada sino el fuego de la separación y la ausencia
puede cocer al crudo y librarle de la hipocresía!
Puesto que tu ego aún no te ha dejado
debes arder en feroces llamas.”
El pobre hombre se alejó, y durante todo un año
viajó ardiendo de dolor por la ausencia de su amigo.
Su corazón ardió hasta que estuvo cocido; entonces regresó
y se acercó a la casa de su amigo.
Llamó a la puerta con miedo y turbación
de que alguna palabra descuidada pudiera caer de sus labios.
Su amigo gritó, “¿Quién está en la puerta?”
Él respondió: “¡Eres Tú quien está en la puerta, Oh Amado!”
El amigo dijo: “Puesto que éste soy yo, déjame entrar,
no hay lugar para dos Yos en una casa.”>>