
Tomemos como ejemplo el caso real de una secta llamada “Los Guardianes”. Esta secta, en 1950, contaba con 30 personas y tenían la creencia de que una de sus líderes, Miriam Keech, era capaz de comunicarse con extraterrestres. En una de sus comunicaciones los extraterrestres le revelaron que se acercaba el diluvio del fin del mundo y que antes de que ocurriera tal acontecimiento apocalíptico salvarían a toda la organización enviando platillos volantes de rescate. Como es lógico, esa mujer, Keech, estaba loca de remate y no aparecieron dichos volantes (ni hubo cataclismo). Ante la evidencia del fracaso, Keeck volvió a “ponerse en contacto” con los extraterrestres y recibió una justificación de lo ocurrido: dado que Dios estaba impresionado por la luz difundida por el grupo había perdonado al mundo entero. Esto reforzó las creencias de la secta y los unió más que nunca. Este ejemplo creo que es muy útil para comprender el poder de la sociedad pues una secta es uno de los pocos casos en los que es posible que un individuo esté en un grupo y corte relaciones con otros grupos (y consigo mismo). Sigue leyendo







