Pocas cosas me parecen más egocéntricas que esta idea New Age tan extendida de que todo lo que nos ocurre guarda SIEMPRE un sentido para nosotros. Como si todas las partes del universo tuvieran que relacionarse de forma significativa, como si todo lo que nos pasara -o todo con lo que coincidiéramos en espacio y tiempo- tuviera que guardar alguna razón oculta y trascendente. No, al universo le somos indiferentes o, al menos, no hay evidencia para pensar lo contrario. La estadística inferencial permite saber si dos variables guardan realmente relación o no. Repito: o no. Podríamos abrirnos a formas de relación más allá de la significancia estadística pero no entiendo cómo podríamos justificarlo si no es a base de sesgos, dogma o fe.
¿Qué nos lleva al saber más completo? ¿Cuál sería el sueño del filósofo? Yo diría que integrar todos los conocimientos. ¿y qué consecuencias tendría una actitud integradora en la forma de entender lo espiritual? A mi entender: también integrar lo espiritual con el resto de dimensiones de lo humano. Este vídeo recoge algunas de las reflexiones que estos días he tenido en el monasterio de Poblet. He intentado capturar la extrema belleza que se respira en sus claustros, exteriores y rincones. Exceptuando los vídeos, todas las imágenes han sido creadas por mí con Inteligencia artificial (DALL·E 2).
La relación entre el cosmos y la psique en 10 imágenes generadas con la ayuda de una inteligencia artificial (DALL·E 2).
Esta relación se presupone no solamente en astrología sino en todo tipo de corrientes místicas. “Hablamos” de la conexión del ser humano con el Todo, de esa participación, de ese ser parte.
No es fácil conceptualizar esto, soy consciente (e inconsciente) de ello. Quizás las imágenes ayuden, o quizás sumerjan en una incertidumbre y confusión estresante. En cualquier caso, con tal de mantener el poder evocativo de dichas imágenes, mis palabras llegan hasta aquí.
No todo lo que sucede es una casualidad significativa, un fenómeno de sincronicidad que revela algo de nosotros, una experiencia que trae aprendizaje. Este tipo de principios espirituales, si son generalizados y tomados como verdad absoluta, pueden ser luego base para hacer afirmaciones que requerirían mucha más prudencia. He tenido clientes que me contaban que sus terapeutas y/o astrólogos les hacían responsables por haber sufrido abusos sexuales o por haber sido injustamente despedidos. Las sincronías existen, de eso estoy bastante seguro, pero no creo que sea una ley que excluya la pura casualidad fruto del azar. Pero de negarse el azar debido a sobrevalorar este misterioso fenómeno, ello nos llevaría a la culpabilización tóxica y al egocentrismo espiritual de tomar al sujeto como centro del universo.
Confucio decía: «Saber que se sabe lo que se sabe y y lo que no se sabe; he aquí el verdadero saber». No hay camino más seguro hacia el saber que el reconocer no saber algo. Esto permite saber dónde poner foco para acabar sabiendo (cada vez más) y evita llenar el hueco del no saber con cualquier basura con pretensión de certeza. Y es que no hay peor manera de abocarse a la ignorancia que ser incapaz de sostener el no saber.
Hoy comparto un escrito que realicé en el 2010 mientras estudiaba filosofía en la universidad. Era una época en la que que estaba especialmente interesado en cuestiones cósmicas y durante un par de años pude profundizar en el ámbito de la teología y metafísica, a la vez que cursaba apasionantes asignaturas en Psicología y Lingüística que me acercaron a diferentes modelos sistémicos y computacionales. Dejo abajo el escrito aunque antes quiero hacer algunas reflexiones, 10 años después, pues si lo reescribiera hoy la verdad es que intentaría ser más realista.
Para empezar pienso que un físico con una comprensión de neurólogo cósmico podría explicar mejor toda esta tesitura. De hecho, hace unos días publicaba en mis redes un interesantísimo trabajo («The Quantitative Comparison Between the Neuronal Network and the Cosmic Web» de Vazza y Feletti) en el cual precisamente un físico y un neurólogo habían hallado parecidos estructurales entre la red cósmica y la red neuronal del Sistema Nervioso.
Soy consciente del peligro de las analogías, de asumir funcionamientos idénticos en dominios diferentes. Toda mi perspectiva se basa en reglas sistémicas que van más allá de circunstancias concretas.
Por un lado, tenemos la gravedad y misteriosa materia oscura (diferente a la energía oscura y la ordinaria, la bariónica) que mantiene una red de filamentos de tamaños inconcebibles (miles de millones de años-luz) formados por miles de millones de galaxias.
Por otro lado, tenemos el sistema nervioso de los humanos, de 100 mil millones de neuronas y entre 5 y 10 veces más de células gliales (células del sistema nervioso con funciones de apoyo a la neuronas), una obra de arte excepcional de la existencia. Un milagro en un universo con tendencia a la entropía, donde el desorden parece ser el único destino. Un destino que se topa con otro destino, el del orden más exquisito: la VIDA auto-organizada, adaptativa, reproductiva, evolutiva. Vida en desarrollo de la que acabó emergiendo la conciencia humana.
Así pues, el siguiente texto explora la posibilidad de que del orden complejísimo y unificado del universo pudiera emerger una consciencia cósmica, una especie de Dios, quién sabe sin con un cuerpo tan articulable como el nuestro pero que, nosotros como meros átomos o células, no logramos concebir. Quién sabe si a esa consciencia cósmica le acompañarían otras muchas más consciencias cósmicas en sus propios territorios cósmicos, siendo ellos mismos devotos de otros sendos seres cósmicos superiores. Quién sabe si importa ir a lo más macro o más micro para comprender. Quién sabe si no estamos correteando como ratas de laboratorio sobre una rueda que no se mueve, quién sabe si Heráclito se equivocaba y siempre nos bañaremos en el mismo río, quién sabe si lo macro y lo micro -aunque no en magnitud de tiempo, espacio y otras dimensiones- son en realidad idénticos simbólica y estructuralmente. Quién sabe si somos dioses sobre dioses, todos iguales, todos eternos.
La espiritualidad está íntimamente ligada a una concepción de un Dios bondadoso. Sin embargo, ¿esta idea es la que siempre constatamos? La existencia del mal en relación a la naturaleza de Dios ha sido algo debatido apasionadamente en círculos religiosos puesto que la moral impedía sostener un mal ajeno al poder de Dios, un mal supratrascendental.
Desde la mística y espiritualidad menos fanatizada por justificarlo todo (para mantener la consciencia en paz) no es tan evidente que Dios sea siempre bondadoso. ¿Y sí Dios no es ni bueno ni malo? ¿Y si realmente nos hizo a su imagen y semejanza?
La espiritualidad, a mi juicio, implica también convivencia con el infierno y no solamente un vivir una vida virtuosa para escapar de él. La experiencia del misterio y lo transpersonal nos hace topar continuamente con un universo aterrador por su inmenso poder, algo monstruoso y fatal, un poder para nosotros infinito que nos atrapa en un agujero negro de vacío existencial.
Pienso en trillones de supernovas y agujeros negros que ahora mismo están destruyendo millones de sistemas estelares repletos de civilizaciones con ganas de vivir y expandirse, con pasión por conocer este universo. No obstante, este mismo universo, al cual quieren con locura, los aplasta como insectos. El Universo fulmina y extingue a cada una de estas civilizaciones, a sus cachorros extraterrestres, sus eruditos libros, sus derechos y dignidad.
Los fanáticos espirituales se identifican -solamente- con el espíritu (lo universal). No reconocen que sean esencialmente nada más. Por otro lado, los ególatras se identifican -solamente- con lo particular (lo individual). No obstante, nuestro ser es constituido por una serie de capas, todas igualmente esenciales y sagradas.
En este nuevo vídeo reflexiono sobre algunos malentendidos entorno a la identidad del yo como es la interpretación personal de lo transpersonal (se codifica lo trascendental desde el ego). Ello tendrá importantes consecuencias en la comprensión de la reencarnación y, en general, de lo espiritual. Por último, comparto una serie de experiencias que pueden ayudar a cultivar la sensibilidad espiritual.