Eres inferior si gritas, si miras la TV, si comes carne, si te masturbas, si tienes ego… Frecuentemente confundimos espiritualidad y moralidad. La moralidad nos permite diferenciar el bien y el mal, es dual. La espiritualidad lo es todo, es unidad (no dualidad).
Todas las corrientes espirituales parten de una concepción del Todo y según cómo sea este Todo construyen una moralidad afín con esta verdad trascendental. Sin embargo, la mayoría de veces, es una moral anti-egoica, más propia de un anciano sabio que ha dejado atrás el estímulo de la juventud. He aquí la moral de la trans-madurez, cuando ya nos preparamos para el «más allá» pues el «más aquí» cada vez está más atrás en el tiempo. Una moral que nos permite prepararnos de una forma positiva para la transición a la otra vida así como para sentir plenitud aún estando, cada vez más, fuera juego del mundo mundano.
Pero insistamos en diferenciar espiritualidad y la moralidad del anciano sabio. La primera atraviesa absolutamente toda la existencia, material e inmaterial. La segunda te prepara y conduce a la no materialidad. Aclaradas estas premisas (absolutamente discutibles, como todo) la espiritualidad tóxica sería aquella que trata de imponer una moral no-egoica a personas egoicas en la cumbre de su desarrollo de su animalidad y participación en el mundo. Espiritualidad New Age que esconde un ego cósmico y una soberbia propia de su edad, lo cual está muy bien, pero que contradice una moralidad mantenida en contra de todo un ser que clama por comerse una pizza de peperonni, recibir likes en sus publicaciones, tener sexo y eyacular sin consideraciones tántricas o jugar un partido de fútbol maldiciendo al rival…
🎥 Sergi Rufi y yo reflexionamos sobre todo ello en un vídeo que podéis encontrar abajo.
Namasté