En la Grecia del siglo IV a. C., en un contexto repleto de innovaciones técnicas, sociales y políticas, donde se da un importante desarrollo de las ciudades, una fuerte presencia de las técnicas artesanales y el comercio, y el inicio de formas democráticas en la dirección del Estado, se posicionan dos interpretaciones acerca la ciencia, la tecnología y la cultura. Por un lado está la metafísica, la cual representa la posición desestabilizadora de la tecnología, la ciencia y la cultura. Por otro lado hay la intepretación constructiva, la cual representa la posición estabilizadora.
La posición metafísica, no obstante, no se queda satisfecha con el primado epistemológico de la teoría sobre la técnica, sino que pretende darle al asunto un alcance político. Fuertemente arraigados en la aristocracia, la tradición filosófica, tiene su propio modelo político donde los artesanos tienen su papel. Por otra parte, la posición constructiva, aunque a veces sus defensores provengan de la aristocracia, defiende un punto de vista democrático cuyos representantes por excelencia son los sofistas. Sus teorías políticas proponen una organización totalmente diferente a la de los filósofos metafísicos.
Manuel Medina habla sobre la relación entre las concepciones cosmológicas y las diferentes concepciones políticas:
“Al igual que los antiguos mitos cosmológicos, las cosmologías filosóficas contienen una legitimación de carácter político. El cosmos refleja el orden jurídico deseado y este, a su vez, queda legitimado como una parte del orden socio-natural global.”[1]
La antigua tradición metafísica
La tradición interpretativa teórica defiende que todo aquello que no sea teoría filosófica no constituye verdadero conocimiento. Concibe así un mundo susceptible de ser abstraído mediante conceptos y de derivarse a partir de principios teóricos.
Manuel Medina sostiene que:
“En contraposición a las meras sensaciones, todo conocimiento propiamente dicho constituye, según las teorías filosóficas, un juicio. Es decir, se trata de conocimiento predicativo que se expresa en enunciados asertorios, susceptibles de verdad y falsedad. Tales juicios son posibles gracias a los objetos simbólicos que aparecen con la experiencia, al trascender la multiplicidad de los objetos de la sensación.” [2]
Mediante la demostración de los elementos constituyentes de sus teorías pretende que, dado que han demostrado su veracidad y la verdad es vinculante para todos, todos acepten su perspectiva como única tradición válida. Para hacer esta demostración esta tradición se apoya en elaboraciones teóricas previas sobre lenguaje, la verdad y la prueba. Con estas cuestiones se ocupa de a) sobre la posibilidad de conocimiento teórico, b) sobre su relación con el conocimiento operativo y c) sobre el por qué del primado epistemológico.
Para Platón y Aristóteles las técnicas están en relación con la verdad de enunciados pero en sí no comportan básicamente un juicio pues éstas se reducen a meras sensaciones. Así pues, corresponde al conocimiento predicativo pero de forma subordinada a la episteme. No obstante, ambos filósofos llegan a considerar gradualmente las diferentes técnicas según su proximidad con la ciencia, lo cual llega a representar que una técnica sea más o menos pura que otra.
La teoría que esta posición defiende parte de una diferenciación radical. Por un lado tenemos la teoría y la política, las cuales se valoran en cuando actividades propias del hombre razonable. Hablamos de ciudadanos, cuya naturaleza consiste en usar (y no en producir) aquello que ellos mismos han ideado. Es la clase gobernante la cual es lo propiamente humano.
Por otro lado, incompatible con la teoría y la política, está la producción material, la cual se valora como actividad propia del hombre sumiso, esclavo, obediente, cuya naturaleza consiste en producir (y no en usar) aquello que son totalmente incapaces de entender teóricamente y que otros han ideado.
Aristóteles ilustra esta diferencia con el ejemplo del teórico y el carpintero. El primero tiene una actividad desinteresada, en cambio, el segundo representa todo lo contrario pues su actividad, interesada, es un medio para otros fines.
Manuel Medina escribe acerca de Platón:
“Su orientación política se puso de manifiesto cuando criticó el pujante desarrollo de la marina y propugnó una legislación que impidiera la innovación técnica así como la práctica de las técnicas por parte de los ciudadanos libres (Leyes, 706 b, 707 a). Según Platón, el ejercicio de las técnicas había de ser estrictamente reglamentado y, junto con el comercio, sólo debía permitirse a extranjeros y a esclavos.” [3]
Según Platón, la política se basa en conocimientos teóricos como las virtudes de la justicia y la sensatez. Y así concibe la política como una especialización al igual que un técnico respecto a su ocupación. Con ello, Platón quiere justificar la aristocracia y así invalidar teóricamente la democracia.
La antigua corriente constructiva
La corriente constructiva representa la interpretación positiva de las técnicas, las cuales se conciben como partes integradas de la cultura. A diferencia de la posición metafísica, lo propiamente operativo es algo inteligente. Hesíodo, en el primer mito de Prometeo, presenta la técnica como un don de los dioses. Este mito será fundamental a la hora de ilustrar el valor de la técnica. Homero atribuye la cultura humana a Hefesto y Atenea, es decir, a las capacidades técnicas que Hefesto y Atenea transmiten a los humanos. Y ello es precisamente lo que diferencia al hombre de los animales: la técnica. Así, Homero identifica ésta con la sabiduría, asociación que también hacen Solón, Píndaro y Sófocles.
Por su parte, Jenófanes representa una importante ruptura con aquella tradición que atribuía a los dioses el origen de la cultura. En su lugar pone a los mismos hombres, seres buscadores de lo mejor.
Esquilo retoma el mito de Prometeo en “Prometeo encadenado” para replantear el tema del origen de la cultura en un nuevo contexto: la ciudad donde era muy importante el desarrollo de las técnicas. Esquilo habla del desarrollo de todo tipo de técnicas, totalmente complementarias entre sí, sin diferenciaciones ni graduaciones, pues tanto capacidades intelectuales, de construcción o de uso de artefactos materiales, forman el entramado de la cultura, la cual es causa de que hayamos dejado de ser animales.
Lucrecio, en la misma línea que los autores nombrados, da una explicación al estado anterior del hombre, cuando era una bestia, y explica que la causa de tal estado se debía a la ausencia de fuego, vestimenta y costumbres y leyes. La cultura, la cual hizo dejar atrás este estadio animal, se debió a la aparición de formas de vida social y familiar, lenguaje, agricultura, ciudades, metalurgia, música, etc.
Sobre los jonios, Manuel Medina escribe:
“De los primeros filósofos Tales, Anaximandro y Anaxímenes son conocidos sus múltiples intereses y capacidades técnicas. Aunque pertenecían a familias aristocráticas, fueron hombres prácticos que se dedicaron al comercio, intervinieron en política y no se identificaron con la oligarquía. En sus tratados inauguran una interpretación profana del mundo que se aparta de los tradicionales mitos agrarios. La cosmología jonia es en buena parte una cosmología artesanal. En ella, la incipiente conceptualización teórica de los procedimientos técnicos se extrapola al ámbito de procesos cósmicos fuera del alcance de la acción humana. Las interpretaciones fantásticas y sobrehumanas de las antiguas cosmologías se transforman en una interpretación en términos de la experiencia operativa propia de las technai”
Protágoras ofrece una interpretación integrada de la cultura pues incluye las técnicas políticas relativas a la organización de las ciudades y al derecho. Para explicar esto hace uso del mito de Prometeo, del cual hace una interpretación filosófica. Según Protágoras, Prometeo facilita la sabiduría técnica pero la cultura es resultado de la creatividad de los propios hombres.
“Entonces Zeus, temiendo que nuestra especie quedase exterminada por completo, envió a Hermes para que llevase a los hombres el pudor y la justicia, a fin de que la armonía y los lazos comunes de amistad rigiesen las ciudades”[4]
Vemos la necesidad de la técnica política como condición de posibilidad para la convivencia. Por suerte, a diferencia de cómo pensaban los filósofos metafísicos, esta técnica es común a todos lo que significa la posibilidad de un gobierno democrático. Los sofistas, en contienda con los filósofos, defendieron las técnicas y esto estaba vinculado, normalmente, a posiciones democráticas. Según éstos, los técnicos pueden tener virtudes políticas por lo que es natural que dejen hablar a todo hombre porque si no participaran todos no habrían ciudades. Según ellos, la técnica política estaba al alcance de todos. Es decir, no constituía un saber especializado lo cual cuestionaba el ejercicio exclusivo de la política por parte de las clases tradicionalmente dominantes. Por ello, los sofistas emprendieron una campaña de alfabetización política para el funcionamiento de la democracia.
Hermes pregunta: “¿Reparto así la justicia y el pudor entre los hombres, o bien las distribuyo entre todos?”.[5]
Y Zeus responde:“Entre todos, respondió Zeus, y que todos participen de ellas. Porque si participan de ellas sólo unos pocos, como ocurre con las demás técnicas, jamás habrá ciudades” [6]
[1] Manuel Medina “Técnica, teoría, cultura y política en la filosofía antigua”, http://www.ub.edu/prometheus21/
[2] Manuel Medina , “Ciencia, técnica, teoría y filosofía antigua”., http://www.ub.edu/prometheus21/
[3] Manuel Medina, “Técnica, teoría, cultura y política en la filosofía antigua”, http://www.ub.edu/prometheus21/
[4] Platón, “Protágoras”, 321 c-322 d
[5] Ibid.
[6] Íbid.