Reconstrucción histórica
Esta corriente empezaría a gestarse a finales de la Segunda Guerra Mundial y durante la Guerra Fría. Aunque esta corriente tiene precesores como Ernst Kapp, Marx, Dessauer, Ortega y Gasset, o incluso en Protágoras, es durante la segunda mitad del siglo XX que se definió y se institucionalizó debidamente. La corriente constructiva nace en la universidad como reacción al contexto político y social respecto a cómo se estaba gestionando política, académica y socialmente la ciencia y la tecnología. Ante las amenazas y los graves riesgos como fue la bomba atómica, aquella idea weberiana de neutralidad valorativa ya no servía. De hecho, Max Weber vivía unas circunstancias muy diferentes.
Hasta los años 60, la ciencia se puso en evidencia al servir para los intereses armamentísticos, era lo que se llamó “ciencia industrializada”. Luego se vería su faceta capitalista donde la ciencia y la tecnología estaría al servicio del mercado. No es hasta los años 60 en los que apareció un movimiento social denunciante del imperialismo reinante, los impactos ecológicos, etc. En esa década es cuando aparece en Alemania Dingler y que sería el inspirador de la filosofía constructiva. Luego, Lorezen sería el impulsor de la teoría constructiva sistemática de las ciencias.
La primera reunión importante se dio en el año 1965 en San Francisco durante el VII Congreso Anual de la Society for the History of Technology (SHOT). Se creó un simposio donde intervinieron Agassi, Bunge, Mumford y Skolimovski. Poco tiempo más tarde, la revista de la SHOT recogió tales intervenciones. No fue hasta los dos congresos sobre “Filosofía y Tecnología” en la Universidad de Delaware, en 1975 y 1977, que este movimiento no cuajó institucionalmente en la Society for Philosophy and Technology. En 1983 se organizaría del todo.
En 1981, Fierdrich Rapp y Paul Durbin, desde Alemania y EEUU, unirían fuerzas para organizar en Bad Homburg el primer congreso de la SPT cuyo éxito llevó a repetirlo cada dos años hasta hoy.
En España, esta corriente se ha estado integrando poco a poco. En 1989, Cutcliffe, Durbín, Mitcham y Winner vendrían a España para participar en las Jornadas sobre Ciencia, Tecnología Y Sociedad. Estas Jornadas organizadas en Valencia provenían de la gestión de una nueva sociedad: el Instituo de Investigadores sobre Ciencia y Tecnología (INVESCIT) y que fue promovido por académicos de Barcelona, Valencia, Oviedo y el País Vasco. Esta misma sociedad, tres años más tarde, y después de publicar el contenido del congreso, organizarían otras jornadas sobre Estudios de la Ciencia y la Tecnología en la investigación y la Educación, jornadas en las que asistieron importantes estudiosos en CTS como Latour y Woolgar.
Actualmente, esta corriente está en plena expansión como muestra la incorporación de una asignatura de sobre estudios en CTS en la ESO y el gran interés que ha despertado en Latinoamérica.
Como ocurren en todas las corrientes, la corriente constructiva también se animó a medida que entraba en controversia. Dejando de lado aquellas corrientes tecnofóbicas, la corriente que se opuso con más fuerza fue la analítica. Mario Bunge, líder del movimiento de oposición a los estudios en CTS que fue llamada “Science Warse”, acusó a éstos de pseudocientíficos y antiracionales, de marxistas e infiltrados anticientíficos. Defendió que existía un método tecnológico, unas leyes tecnológicas y su peculiaridad en relación a las leyes científicas.
Otro enfrentamiento de gran consideración fue la ruptura con la sociología del conocimiento científico puesto que los estudios en CTS no buscaban dar una explicación causal del fenómeno social sino comprenderlo y tampoco le interesaba el conocimiento en sí, sino la propia práctica científica.
Caracterización
Esta corriente se caracteriza por utilizar un modelo de interpretación cultural que integra tanto las prácticas de sus miembros, como los entornos materiales, simbólicos, organizativos y del bioentorno. Esta concepción integrada tiene en cuenta los condicionamientos políticos y sociales de la ciencia y la tecnología y rechaza, pues, la pretensión de objetividad y neutralidad valorativa de otras corrientes.
Así pues, el desarrollo científico y tecnológico lo considera íntimamente relacionado con cada gobierno, con la industria y las empresas, con los movimientos sociales, la naturaleza, etc. Es por todo ello, que los programas de CTS no se conforman con el análisis y el diagnóstico de la situación cultural, sino que busca concienciar e intervenir políticamente. Por ello apuesta por la participación democrática ciudadana, lo cual supone estar actualmente en un proceso de lucha por insertarse en el sistema educativo.
Dado las necesidades de esta corriente, es especialmente interdisciplinaria pues combina estudios en antropología, sociología, arqueología, etc. Además, según cuál sea su objeto de estudio, siempre hay un interés positivo para también trabajar con especialistas en ciencias típicamente naturales como físicos, químicos, biólogos, etc. Es por ello que jamás podrían tacharse de anticientíficos o tecnofóbicos. Todo lo contrario, sólo que sin caer en el fanatismo inconsciente de los analíticos.
Por último, decir que su concepción de la ciencia es totalmente contrapuesta a la filosofía analítica pues defienden que la técnica y la tecnología es lo que define la ciencia, invirtiendo[1], pues, el pensar que la tecnología es ciencia aplicada.
[1] De hecho, la corriente constructiva analiza muchos de los prejuicios epistemológicos que sufrimos hoy en día.