Boecio diferencia los comúnmente confundidos conceptos de Providencia y Destino. Los dos conceptos, no obstante, comparten un mismo objeto: el Plan de Dios para el mundo.
La diferencia parte de la distinción entre Dios y su creación. Así pues, el Plan visto por Dios es la Providencia (está en el interior de Dios) y el plan manifestado en el mundo es el Destino[1] (está en el exterior de Dios o en su creación).
El Plan, en la Providencia, es simple, sintetizado, íntegro, eterno, inmutable. En cambio, a diferencia de la Providencia, el Plan del Destino es actual/temporal y múltiple.
En síntesis, dicho filosóficamente, la Providencia es la esencia de cualquier existencia posible y el Destino es esta esencia pero ya existente y desplegada en el mundo de las cosas sometidas al cambio.
Los dos conceptos tratan de lo mismo, aunque la Providencia en un sentido ontológico y el Destino en un sentido óntico.
Boecio, además de hacer esta distinción, explica cómo se relacionan. Esta relación es presentada como necesaria de la misma manera que las ideas necesitan del entendimiento de un sujeto, o una obra de arte de un artista. Como cualquier elemento de una dualidad, éste necesita del otro elemento para poder definirse. Nunca podremos definir la oscuridad sin el concepto de luz.
Ciñéndonos a la dicotomía que nos interesa, y siguiendo con el ejemplo de la luz, es posible explicar la relación entre Providencia y Destino. El Sol (Providencia) nos ilumina con un gran haz de luz, no obstante, esta misma luz influencia de forma distinta según sobre qué, cómo y cuándo actúe (Destino). A un viejo nórdico de blanca y sensible piel, la luz del Sol le afectará de forma distinta que a un joven ecuatoriano de oscura y resistente piel.
El sentido en el que Boecio explica esto está muy acorde con el pensamiento astrológico si entendemos éste como la relación armónica de algo unitario (configuración astral) con algo múltiple (diferentes configuraciones manifestadas en el mundo a partir de la misma configuración astral). Para comprenderlo mejor pensemos un kosmos astral (organización general) que comparte con todos los kosmos terrestres (organismos particulares) una misma estructura constitutiva (el Plan de Dios) que hace posible la famosa y recurrente ley de correspondencia (la que permite relacionar lo de arriba/el Uno con lo de abajo/ lo Múltiple).
Todo aquello que forma parte de la multiplicidad gira en torno a un mismo punto: la Divinidad. El hecho de que todo sea respecto a un único centro conlleva que cada cosa se defina según la proximidad o lejanía respecto a la causa de todas las cosas.
Boecio dice que hay cosas, que al estar próximas a este centro, ”escapan al Destino y se rigen sólo por la Providencia”. Dicho así, con el “sólo”, esto es tajante y no admite graduaciones, no obstante su posterior ejemplo sí que lo admite: una “serie de esferas o círculos concéntricos que se mueven entorno a un eje”.
Según este ejemplo, cuanto más cerca del centro está el círculo, más comparte de Divinidad[2].
Partiendo del esquema que utiliza Boecio para ejemplificar la relación de la Providencia con el Destino, el sistema solar es un sistema donde todos los planetas (Destino) giran alrededor del Sol (Providencia). El planeta con la órbita más cercana al Sol, Mercurio, representaría el planeta que, en proporción a la inmutable quietud del Sol, participa, en mayor medida, en la Providencia. Cualquier otro planeta es más inquieto en el sentido de que recorre más distancia (aunque en otro sentido Mercurio sería el más inquieto en cuanto que es el más veloz).
Sorprendentemente, en la tradición astrológica, este planeta representa la facultad humana que muy posiblemente convendremos que “participa más intensamente en la simplicidad del centro común”, es decir, que participa más fielmente en la esencia de Dios (Sol). ¿Qué facultad es esta? El intelecto entendido como la capacidad de razonar, pensar, discernir, relacionar (mentalmente) y comunicar. ¿Y qué facultad representa tradicionalmente el Sol (o la esencia de Dios) que tan íntimamente está relacionada con la facultad del pensar? La conciencia[3].
Conciencia (sea divina o no) e intelecto no son idénticos[4], sin embargo están íntimamente relacionados (incluso confundidos) por muchas filosofías (Anaxágoras y su Nous, Filosofía del futuro de Feuerbach) y religiones (Ley capital del hermetismo).
Después de esta, espero, adecuada y aclaratoria explicación está la cuestión del hombre. ¿Qué representa para el hombre que el mundo de las cosas móviles estén sujetas a una única causa? A diferencia de lo que Boecio piensa antes de que la Filosofía consuele su visión pesimista, el hombre, al estar sujeto a Dios, debe comprender el carácter necesario de todo lo que sucede y es esta aceptación del todo la aceptación del plan divino (Providencia). Cualquier pensamiento contrario es fruto de la ignorancia, el mal, el error, la confusión, el miedo, la pereza y todo aquello que conlleva no “comprometerse” con Dios.
[1] Reflejo del plan.
[2] Esto recuerda al neoplatonismo de Plotino.
[3] Identifico esta facultad con Dios porque un Dios sin conciencia parece imposible.
[4] No son idénticos como no lo son la Providencia y el Destino o, más acorde con lo que trato de mostrar, el centro/eje no es idéntico (¡aunque se parezcan mucho, puedan compartir mucho!) al círculo o a la esfera más próxima a dicho centro/eje.