Filosofía pública: el perfil profesional del futuro filósofo psicologista

Las personas[1], junto a los entornos socio-técnico-culturales, son otro elemento ineludible en la resolución de lo que es la cultura y son, desde otra perspectiva, otro de los principales objetos de estudio de la filosofía[2]. Por ejemplo, uno de los factores determinantes para que una de estas personas tenga mayor o menor repercusión es lo que Randall Collins llama energía emocional. De este factor depende el grado de motivación, de confianza, de ilusión por compartir y dar a conocer su trabajo, de interés por establecer nuevos y mejores contactos, etc; rasgos que propician el posicionamiento en los puntos céntricos de las redes sociales de verdadera repercusión.[3]

La cantidad de factores que determinan que un individuo pueda llegar a ser una persona competente y reconocida como tal, involucra tanto cuestiones de actitud –como la curiosidad, la prudencia, el entusiasmo, la creatividad[4], la valentía, la elocuencia, etc.- como capacidades cognitivas -como la buena memoria, la intuición, la percepción, la capacidad de análisis y de síntesis, la gestión de emociones, etc.-. Luego, la cantidad y calidad del capital cultural que cada uno tenga dependerá en gran medida de estos factores. Psicólogos de gran prestigio académico como Richard Wiseman trabajan en estas cuestiones y además se ocupan de desmantelar todo tipo de mitos en los que mucha gente cree y que no siempre favorecen el éxito personal y profesional sino todo lo contrario.

En este contexto, paralelamente y en simbiosis con los estudios en CTS[5], la filosofía, en relación interdisciplinar con la psicología –como ocurre en algunas universidades del Reino Unido con los títulos de Bachelor of Arts mixtos (Joint Honours)-, encuentra en las personas otro gran objeto de estudio y otra oportunidad para tener verdadera relevancia pública. Investigar y asistir a las personas a conseguir estas actitudes y estas capacidades se presenta como esta nueva oportunidad. Disciplinas propias de la filosofía se presentan aquí en toda su autonomía como son el caso de la Epistemología, entendida ésta no sólo en el ámbito científico sino en cualquier ámbito del conocimiento y orientado a identificar diferentes tipos de conocimientos, sus presupuestos y fundamentos, sus límites, sus errores, etc; y la Ética, entendida ésta como disciplina que analiza e identifica los valores, las doctrinas, las creencias, los fines e ideas que mueven tanto a los individuos como a los grupos sociales. Tales disciplinas, propiamente filosóficas, y en relación interdisciplinar con la psicología, la antropología, la pedagogía, la sociología, etc., ofrecen una especialización para el filósofo que de hacerse con el rigor metódico y la inteligencia que correspondiese, podría ofrecer al filósofo otro perfil profesional de gran relevancia pública.


[1] Un sistema cultural, según el modelo tecnográfico, está compuesto de agentes y prácticas en el contexto de un entramado de entornos socio-técnico-culturales que tienen correspondencia con los diversos conjuntos de técnicas (materiales, simbólicas, organizativas y del bioentorno), artefactos y recursos que determinan dichas prácticas. Luego, la cultura es la unión del conjunto de sistemas culturales, unión donde abundan las intersecciones entre sistemas. Manuel Medina, “Tecnociencia, Sociedad y Cultura digital. Tecnografía de Ciencia, Tecnología, Cultura y Política”. Universidad de Barcelona. Center for Research in e-Society. http://www.cere-s.org/

[2] La mente, la psique, el entendimiento, la comunicación, el lenguaje, la moral, la subjetividad, los sentimientos, etc. Son temas de la filosofía que pertenecen a la dimensión íntima de la persona. Todas estas cuestiones son preguntas que muchas personas necesitan atender y que aunque sean cuestiones que nacen de lo que resulta de las técnicas, no son reducibles a ellas. Por ejemplo, tocar el violín no sólo implica aprender a tocarlo sino que además implica un sentido estético, una sensibilidad, percepciones, sentimientos, etc. Lo mismo ocurre cuando alguien no tiene ánimo –ni capacidad- para expresar racional y lo menos subjetivamente posible algunas experiencias: por ello recurre a otras formas de expresión artísticas como la literatura, la escultura, el teatro, la danza, etc. Cabe sospechar un fondo abismal de necesidades que durante milenios han intentado buscar alivio en tales artes y que lejos de constituir algo privado permitieron la formación de redes sociales de gran relevancia.

[3] Y por supuesto, la energía emocional no es el único factor, además requiere, según Collins, un capital cultural y un mercado con posibilidades.

[4] La clasifico como actitud aunque pienso que no es exactamente así. La división que hago entre actitudes y capacidades cognitivas no es rigurosa.

[5] Puesto que al individuo le es inherente su contexto. En este sentido, es imposible estudiar el individuo sin estudiar la cultura y la naturaleza.

(si te interesa, este post está extendido en http://wp.me/pIkeR-N)

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