Durante la mayor parte de mi vida me he sentido completamente solo. Ayer encontraba una libreta de pensamientos de cuando era adolescente y decía:

«Canto para sentir una voz que me acompaña
en esta travesía de perdición y pena
Quiero que calle este silencio
Esta oscuridad opaca que me angustia y me mata»

La soledad me hizo aprender a estar conmigo, en las buenas y en las malas. Con el tiempo pude ir moviendo fichas para buscar entornos más favorables donde alguien como yo pudiera ser, expresarse y desarrollar habilidades sociales. Tuve suerte. De lo contrario no sé qué hubiera sido de mí.

Pienso que la soledad puede ser uno de los peores males para la salud mental, sobre todo si es forzosa. Y hay sobrada evidencia para tomarlo como una verdad general. Aunque la soledad (controlada y adaptada a mi ser) es desde donde emerge lo que creo que es lo mejor de mí, tampoco quiero romantizarla. Somos animales sociales y el contacto (literal) con el otro y de calidad supone uno de los pilares para el bienestar. Y es que no me extraña que en la era de los contactos virtuales abunde una felicidad irreal, insustancial, incorpórea, líquida…

Me gustaría compartir este vídeo donde expongo mi experiencia y opinión acerca de la soledad, acerca de sus luces y sus sombras.

En el vídeo desarrollo la idea de que la soledad permite un proceso de 3 fases:
1) cuando no sabemos estar solos y no sabemos quienes somos y tenemos relaciones que nos hacen sentir mal,
2) cuando elegimos la soledad como un proceso de autoconocimiento y conexión con nosotros mismos,
3) cuando volvemos a abrirnos a los demás siendo nosotros.