A veces, estamos esperando a que pase algo crucial, algo que cambiará nuestra suerte, que recompensará nuestra desgracia. Lo esperamos afuera, en forma de palabras sabias, medicamentos milagrosos, eventos cósmicos, alegres tristes abrazos… Esperamos que desde afuera nos salven de la fatalidad del Universo, de esa fatalidad que nos convierte en malnacidos por destino, como daños colaterales sin importancia, ignorados y olvidados por la mayoría, sentenciados por el caos, por ese misterioso azar.
Entre tantos lamentos, ignoramos completamente cómo aquello que necesitamos y esperamos afuera, está ya dentro de nosotros, en este mismo instante, ante nuestros ojos, dentro de nuestros ojos, sumergido en nuestra alma, en el infinito Universo de nuestro mundo interior. Un infinito imposible de capturar con la mente, solamente aprehensible por la profunda fe que se enciende al contemplar lo divino que hay en nosotros.
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