Reconstrucción histórica y caracterización de la corriente metafísica tradicional a partir del siglo XVIII

Reconstrucción

La corriente metafísica tradicional y religiosa, a finales del siglo XVIII, debido a la Revolución francesa y, anteriormente, a la Reforma de Lutero, vivía una las crisis más profundas de su historia. La Facultad de Teología, junto a Derecho y Medicina, eran las carreras universitarias de mayor prestigio y mayor poder, no obstante, la reforma en la estructura universitaria, que iniciaría el idealismo alemán, prontamente desestabilizó la predominancia de la religión católica. De todos modos, Baviera se presentaría como el centro del conservadurismo.

Aunque en Francia la Reforma hizo un daño importante pues incluso llegó a expulsar la Teología de la universidad, en Alemania el impacto no fue tan grave. A finales del s. XVIII, el problema de la universidad estaba claro: había un número importante de estudiantes a los que se impartían un temario obsoleto (a pesar de la reforma universitaria en Gottingen en 1737) lo cual perjudicaba al estatus de los graduados hasta el punto que esos títulos no tenían valor a la hora de aspirar a puestos en la administración estatal. La reforma universitaria que iba desestabilizar casi por completo a las universidades católicas aprovechó la crisis política de la década 1790, década en la que se abolieron 22 de las 42 universidades que habían en Alemania. De las 20 restantes, solamente una era católica. Entonces es cuando surgieron movimientos culturales que poblaron Alemania de periódicos, libros, revistas, etc. fuera del dominio de la iglesia y que influyeron al movimiento idealista en ese fervor por romper con la tradición. De hecho, como dice Collins, la cumbre del movimiento idealista tuvo lugar en el momento en que parecía que las universidades desaparecían de todos lados.[1] En este punto, la reforma prusiana instauraría un sistema de requisitos que frenó el número de estudiantes y con la fundación de la universidad de Alemania, la formación universitaria fue un requisito para trabajar para el estado.

Prusia fue el estado que mayor oposición ofreció ante la revolución de Napoleón que había secularizado los estados eclesiásticos y derribado las censuras religiosas. En Hungría, el hervor de la mala sangre llevó a la condena a muerte y la encarcelación de muchos liberales. Jacobi, funcionario civil del gobierno, ortodoxo religioso y spinozista, desde su burbuja en Dusseldorf, representó la oposición intelectual, aunque con fondo político, a todo el movimiento desestabilizador liderado por Kant. Prontamente salió de su burbuja y en 1790 se trasladaría a Munich donde más tarde ocuparía la presidencia de la Academia de las Ciencias (1804-1812). 

El anticatolicismo fue una constante durante todo el siglo XIX. En las últimas décadas de este siglo, el Papa mantuvo una actitud especialmente agresiva al encontrarse una Francia y una Alemania que estaba secularizando la educación. Durante los años 1907-1910, el Papa acusaba severamente de herejía y exigía fidelidad a la doctrina de los milagros y otras cuestiones de fe. Ante tal derroche de fanatismo, filósofos como Brentano abandonaron el sacerdocio. El mismo Heidegger, influenciado intelectualmente por las obras iniciales de Brentano, educado desde joven gracias a una beca de la iglesia y estudiando Teología en Friburgo, universidad especialmente católica, obtuvo de esta corriente todo un capital cultural basado sobretodo en la escolástica, y sin embargo, en 1916, sufriría una conversión que le separó del catolicismo para siempre.

Caracterización

Esta corriente estaba fuertemente arraigada en la tradición por lo que era reacia a todo tipo de innovaciones. Al estar en el poder político a través de la Iglesia sus miembros siempre se mostraron contrarios a reformas y, por supuesto, a la secularización.

Fuertemente anclados en la escolástica y, por lo tanto, en la metafísica de Tomás de Aquino y Duns Escoto, por no mencionar a Aristóteles, su gran objeto de estudio fue el ser y su univocidad, lo cual conectaba con Dios, el ser único, absoluto y más perfecto.

El pensamiento concreto, el empirismo, cosmologías materialistas, etc. fueron el continuo enemigo al que derrotar. No sólo estaba en juego una determinada relación con la verdad, sino que le iba el mismo pan de cada día. Por eso, la religión tenía que tener su representante en el Vaticano, pues el protestantismo no era rentable, ni saciaba su estómago no espiritual.

Así pues, el único Dios era el católico y lo demás, herejías.


[1] Randall Collins, “A Micro-Macro Theory of Intellectual Creativity: The Case of German Idealist Philosophy”, Sociological Theory, Vol. 5, No. 1 (Spring, 1987), P. 70

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