
No todo lo que sucede es una casualidad significativa, un fenómeno de sincronicidad que revela algo de nosotros, una experiencia que trae aprendizaje. Este tipo de principios espirituales, si son generalizados y tomados como verdad absoluta, pueden ser luego base para hacer afirmaciones que requerirían mucha más prudencia. He tenido clientes que me contaban que sus terapeutas y/o astrólogos les hacían responsables por haber sufrido abusos sexuales o por haber sido injustamente despedidos. Las sincronías existen, de eso estoy bastante seguro, pero no creo que sea una ley que excluya la pura casualidad fruto del azar. Pero de negarse el azar debido a sobrevalorar este misterioso fenómeno, ello nos llevaría a la culpabilización tóxica y al egocentrismo espiritual de tomar al sujeto como centro del universo.
Todo este lío psicoanalítico parte del principio “Todo es Uno”, principio aceptado por todas las tradiciones sapienciales. Sin embargo, pensemos con un poco más de esmero. El Todo está compuesto de lo múltiple y esta multiplicidad está estructurada, ordenada en una jerarquía de relaciones donde hay partes que están directamente relacionadas (A y B ) pero otras que no (C y D) aunque parezcan que sí por su cercanía. Y es que es un error común, fruto del aprendizaje asociativo, llegar a la conclusión de que dos eventos están correlacionados por contigüidad espacial (por estar juntos) o temporal (por ocurrir a la vez), sin embargo muchas veces no es así y ambos eventos son resultado de cadenas causales independientes. Por descontado, sí pienso que todo evento al final tendrá su punto de contacto indirecto con cualquier otro evento (C y D estarían en contacto a través de A y B ), pero la mayoría de veces los eventos no estarán directamente en relación significativa. Querer hacer una lectura significativa de una coincidencia insignificante nos hace correr el riesgo de perder la conexión con la realidad, de malinterpretar el mundo según lo que nosotros percibimos selectivamente, de ser esclavos de aquellas creencias y valores personales que dirigen inconscientemente nuestra atención y pensamiento hacia lo que nos interesa confirmar.