
está obligada una vez en su vida a ir al templo de Venus para entregarse en él a un extranjero. Muchas de ellas, orgullosas por sus riquezas, se desdeñan por confundirse con las otras, y se hacen llevar al templo en lujosos carruajes cubiertos. Allí permanecen sentadas, teniendo a su espalda un gran número de esclavos que las han acompañado. Pero la mayor parte de los demás concurrentes se sientan en tierra, en un sitio dependiente del templo de Venus, con una corona de flores en la cabeza. Unas llegan, otras se retiran, viéndose por todas partes sitios circunscritos por cuerdas extendidas. Los extranjeros se pasean por calles intermedias y eligen a su antojo una de aquellas mujeres.
Cuando una de las presentes ha tomado asiento en el lugar sagrado, no puede volver a su casa sin que algún extranjero le haya arrojado dinero en el regazo, y sin que haya tenido comercio con ella fuera del sagrado recinto. Al arrojarle el dinero el extranjero le dice:
«-Invoco a la Diosa Milita!». ..»
diosa, abandonándose al hombre extranjero, vuelve a su casa, y entonces ya no
será posible seducirla ni con todo el oro del mundo. Aquellas mujeres a quienes
tocó en suerte el gran atractivo de la belleza, no permanecen mucho en el templo.
Las feas, sí; pues no pueden satisfacer a la ley tan pronto como ellas quisieran.
Hay fea que permanece en el sagrado recinto esperando en vano a un extranjero
hasta tres y cuatro años…»