
Empoderamiento masculino. Parece un absurdo, eso es lo que me preocupa. El feminismo, con la fuerza deconstruccionista del postmodernismo, ha revolucionado las estructuras que definen lo masculino y femenino. De esta manera ha desafiado las diferencias entre sexos. El concepto de “género” ha liberado a la mujer de su sexo, enriqueciendo enormemente lo que una mujer puede ser. El empoderamiento femenino ha llevado así a la mujer a la creación de estructuras sociales y morales que permiten sostener nuevas identidades y orgullos: una nueva legislación y apoyo institucional, una inmensa red de artículos, arte, libros y portavoces, una incipiente creación de círculos de mujeres y el espectacular aumento de oferta de talleres, cursos y otros servicios y productos comerciales. Este nuevo paradigma representa un suelo sólido para estas nuevas mujeres. Y como en toda revolución, el paradigma anterior está en crisis por la presión del nuevo paradigma (y las nuevas mujeres). Son momentos incómodos para mujeres y hombres del pasado que dentro del nuevo paradigma (que no está completado ni globalizado) se rodean de un mundo que clama por una nueva mirada.
Este afán de deconstruir la realidad y el peligroso reduccionismo cultural (que niega el dimorfismo sexual, es decir: las diferencias entre sexos), nos ha dejado desorientados a la hora de comprender los conceptos de masculino y femenino. Por razones evolucionistas ligadas a la anisogamia (base del dimorfismo sexual), por el instinto que nos impele poderosamente a crear vida, el hombre ha dominado la esfera social. El patriarcado fue y es una realidad, aunque por razones menos moralistas de lo que se cree. El hombre tuvo que competir contra otros hombres (lo cual hacía colaborando con otros) con tal de dominar sobre los recursos y asegurarse así la reproducción. Eso motivó la creación y desarrollo de la sociedad (por ello el poder sobre ella) y el desarrollo de rasgos como la agresividad, la dominancia, la inventiva o la asunción de riesgos. Por su lado, la mujer valoró la cercanía y la igualdad, y se aseguró de seleccionar bien con quien reproducirse para disponer de recursos y una buena genética. Y es que la esfera de la intimidad, lo emocional y las relaciones profundas, siempre fue terreno soberano de las mujeres. Todas las intervenciones en el ámbito de lo familiar, íntimo y emocional, por parte del Estado y otras instituciones dominadas históricamente por los hombres, no han impedido que las mujeres muestren una facilidad innata en estos ámbitos.
A pesar de estas diferencias, hombres y mujeres disponemos, en algún grado, de rasgos típicos del otro sexo y, muchas veces, incluso tenemos más rasgos del otro sexo. La revolución sexual implica este reconocimiento. El nuevo paradigma sostiene que las mujeres puedan identificarse con el poder históricamente ligado a lo masculino: la dominancia social. Y así es como la mujer se ha masculinizado. Ahora, como fruto de toda esta revolución social, encontramos mujeres masculinas y femeninas. Sin embargo, ¿ocurre lo mismo con los hombres? ¿Encontramos hombres masculinos y, a la vez, femeninos? ¿se está dando una transformación social y moral para ello? Mujeres renovadas implican hombres renovados, esa es la idea que reflexiono. Y ello si queremos conectar como parejas, familiares, amigos, compañeros, ciudadanos, personas…
Así pues, considero que la revolución sexual continuará, no solamente reforzando el movimiento femenino, sino con una revolución masculina que lleve a los hombres a:
1- enfrentarnos a la intimidad emocional a la vez que continuemos compitiendo socialmente.
2- crear nuevas estructuras que posibiliten y sostengan a un hombre empoderado con su feminidad y masculinidad.
Hasta ahora, esta revolución, altamente cargada de ideología y moralidad, ha dinamitado la mirada biológica, lo que ha demonizado lo masculino (en hombres), promoviendo su desempoderamiento. Así pues, una vez recuperada la mirada biológica que no politiza ni radicaliza las diferencias entre hombres y mujeres, pero que las reconoce en grado, un hombre empoderado podrá ser un hombre poderoso y empático, un empotrador sensible, un agresivo diplomático.
Malísimo análisis. Por qué considerar masculina a una mujer empoderada? Ahí comienza el divague
La idea de base es que la mujer a día de hoy está en un proceso de liberación respecto a las cualidades que históricamente se le han atribuido. Puede ser masculina y femenina (conceptos relacionados con el género). El empoderamiento de la mujer es poderse expresarse masculina y/o femeninamente. No creo que el empoderamiento sea solamente si se expresa de forma masculina, que es lo que digo acerca del poder social, dominancia, bla bla (rasgos históricamente masculinos). Si el texto lo refleja así no está bien expresado.